Historia

En el núcleo urbano de Cortes, localidad más meridional de Navarra, se alza este castillo del siglo XII, Bien de Interés Turístico Cultural desde el año 1993. Fue uno de los principales castillos medievales del Reyno por su situación fronteriza junto a la muga con Aragón. Fue residencia de diversos reyes navarros, quienes aprobaron sucesivas reformas que fueron borrando su aspecto militar e imprimiendo un carácter más señorial. En el siglo XIX fue ampliado y restaurado en estilo neogótico tal como revelan sus arcos apuntados y sus interiores románticos.

En el interior se conserva una interesante colección de pinturas al óleo de diferentes épocas, estilos y escuelas (siglos XVI a XIX), así como múltiples objetos de juego de Victoria; la niña a la que cortaron los pies por su mal comportamiento. Según la leyenda, su espíritu todavía deambula por el castillo.

En la antigua huerta del castillo se asienta hoy un coqueto parque municipal donde habitan patos, ocas y cisnes. Como curiosidad, en este recinto se ubica un ajedrez de gran tamaño.

Por su importancia como obra de arte y su activa presencia en la historia de Navarra ha sido integrado en la Ruta de los Castillos y Fortalezas de Navarra.

Los orígenes del castillo de Cortes son muy antiguos, pudiéndose remontar a la época de dominación musulmana anterior a la reconquista de la villa llevada a cabo por Alfonso I el Batallador en 1119. Desde 1234 hasta 1462 perteneció a los Reyes de Navarra. Sus estancias, escenarios de bodas reales y actos institucionales, hospedaron a Carlos III el Noble quien visitaba la zona con frecuencia a razón de su afición a las cacerías. Precisamente él instituyó el Condado de Cortes. Aunque, de todos los personajes unidos al castillo, hay que destacar a la casa ducal de Villahermosa, esencial para la prosperidad del edificio.

El castillo tiene en total una superficie construida de 4.538 metros cuadrados y una huerta, hoy parque municipal, de 25.000 m2. Es un inmueble complejo ya que prácticamente se conserva la distribución original de Castillo-palacio: un amplio rectángulo amurallado en torno al patio de armas; la vivienda señorial en el flanco occidental y en el ángulo sureste una torre prismática coronada por almenas y matacanes.

No obstante, el fortín fue reformado y ampliado en el siglo XVI, cuando adquirió aspecto señorial y en el XIX como revela el aire romántico de los interiores neogóticos. Estas modificaciones se reflejan en la construcción: en el primer piso persiste su influencia de recinto amurallado medieval, mientras que en el superior se conserva una importante galería con ventanas de arco apuntado igual que la de muchas construcciones góticas.

En el interior, el visitante podrá deleitarse con una serie de pinturas al óleo, entre las que destaca el magnífico retrato del siglo XVI de don Alonso de Aragón, pintado por Rolánd de Mois.

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